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La papelería Alfil.be un ejemplo de franquicia de éxito

24.01.2017

Alfil es el nombre que reciben las puntas de las plumas estilográfi­cas, denominación compartida con una cadena de franquicias que ha sacudido el sector que las ven­de, las papelerías, generalmente caracterizadas por su atomización en pequeños e independientes es­tablecimientos. En cinco años, es­ta empresa ha abierto 120 tiendas, la mayoría en España, y ha logrado facturar tres millones de euros.

Por cuestiones de márketing, la cadena añadió un dominio a su nombre y paso a llamarse Alfil. be, hecho que, según su director de expansión, Josep 'Maria Turu, ha sido un elemento clave para ob­tener estos resultados. «La ima­gen que proyecta una empresa es esencial», cuenta Turu, quien aña­de que «cuando las personas aso­cian una marca con un producto extranjero, acostumbran a pensar que es mejor que uno nacional».

La cadena fue creada en el 2011, año que Turu considera como «uno de los peores escenarios económi­cos para empezar con cualquier ini­ciativa», puesto que muchas pape­lerías estaban cerrando. Sin embar­go, tanto Turu como los propietarios de la empresa, Pere Brau y Antonio Riba, vieron una oportunidad en es­te sector. «Nos dimos cuenta de que comprador y fabricante hablaban idiomas diferentes, y, en el medio, estaba el vendedor, que no sabía qué hacer y acababa teniendo que echar el cierre a su tienda», explica Turu y agrega: «La oferta no estaba prepa­rada para la demanda existente».

En concreto, para Turu, «el usua­rio vive en el siglo XXI, puede con­sultar en internet qué artículo quiere y el precio que está dispuesto a pa­gar, por lo que cuando va a una tien­da, raramente compra lo que ve, si­no lo que previamente ha buscado». Sin embargo, Turu cree que «el pro­ductor continúa en el siglo XX con unos mínimos de fabricación, pues­to que sus máquinas aun no pueden generar solo una unidad, que es lo que demanda este tipo de cliente».

Es aquí donde decide colocarse Alfil, que «diseñó un sistema logís­tico para enlazar dos partes que no se entendían», cuenta Turu. La empresa se convirtió en el interme­diario entre fabricantes, a los que hay que comprar grandes cantida­des para obtener un precio bajo, y las papelerías, que se enfrentan a clientes que quieren productos muy diversos, encargándose de al­macenar la demanda, adaptándo­la continuamente a las necesida­des de compradores digitalizados.

Un buen negocio

Además, la cadena de franquicias de papelería apostó por las papelerías porque el negocio, según Turu, presenta múltiples virtudes. Los productos que venden son «artículos de pri­mera necesidad y con un coste ba­jo» y cuentan con «un elevado nú­mero de compradores potenciales, que van desde la gran multinacio­nal a un estudiante».

Esta diversidad de clientes les ha permitido desarrollar tres líneas de negocio: un servicio solo para em­presas, las tradicionales papelerías que están a la vuelta de la esquinay tiendas más grandes en centros co­merciales. Estas últimas son la nue­va apuesta de la cadena de franqui­cias con la queTuru espera obtener «muy buenos resultados», ya que considera que es una «opción muy innovadora».

::: Un reportaje de CRISTINA MARTÍN VALBUENA
para El Periódico de Cataluña, publicado el 23 de enero de 2017.

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